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Alphonse de Lamartine, escritor, poeta y político francés que pertenecía a la clase noble francesa, el motivo por el cual fue criado en el palacio de Milly.
Alphonse de Lamartine, escritor, poeta y político francés que pertenecía a la clase noble francesa, el motivo por el cual fue criado en el palacio de Milly.
Tuvo interés en la literatura y la poesía, y en el año 1820 publicó su primera colección poética titulada Méditations poétiques [Meditaciones poéticas]. Luego de tres años de aquella fecha, publicó su segunda colección poética titulada: Nouvelles Méditations [Nuevas meditaciones poéticas]. Después de eso, publicó varias obras, entre las mismas: La Mort de Socrate [La muerte de Sócrates] y Le dernier chant du pèlerinage de Childe-Harold [Último canto del peregrinaje del niño Harold].
Después publicó varios libros importantes, entre ellos: Voyage en Orient [Viaje a Oriente] (1835), Jocelyn (1836), La chute d'un ange [La caída de un ángel] (1838), Recueillements poétiques [Meditaciones poéticas] (1839), y también publicó un hermoso libro acerca de la Revolución francesa aún incipiente (en aquel entonces).
Citas sacadas de Histoire de la Turquie [Historia de Turquía]
El más grandioso entre todos:
«Si los criterios con los que medimos el genio humano son la importancia del objetivo y los asombrosos resultados pese a los escasos recursos, entonces, ¡quién se atreve a comparar a cualquiera de las personas grandiosas de la Historia Moderna con el Profeta Muhammad (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) en cuanto a su genialidad! Pues, dichas famosas personas fabricaron armas, emitieron leyes y fundaron imperios y, a pesar de eso, no cosecharon sino glorias obsoletas que pronto se estrellaron ante sus propios ojos. Por el contrario, aquel hombre [Muhammad (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam)] no solamente dirigió ejércitos, emitió legislaciones, fundó imperios, gobernó a los pueblos y domó a los gobernadores, sino que dirigió a millones de personas que formaban el tercio del mundo en aquel entonces. Tampoco se limitó a eso, sino que acabó con los altares [sobre los cuales eran degollados los animales como ofrenda para los ídolos], la consulta de la suerte valiéndose de flechas, así como las religiones, las ideas y las creencias falsas.
»El Profeta (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) tuvo paciencia y firmeza hasta que logró la victoria (proveniente de Al-lâh). Su ambición estaba dirigida totalmente a un sólo objetivo, puesto que no tenía interés en formar un imperio o algo parecido, hasta sus rezos permanentes, sus invocaciones a su Señor, su fallecimiento y su victoria incluso después de su muerte, todo eso no indica fraude ni engaño, sino la certeza sincera que proporcionó al Profeta (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) la energía y la fuerza para establecer una doctrina de dos puntas: Tener fe en la Unicidad de Al-lâh y tener fe en Su diferencia de las criaturas. Pues, la primera punta aclara el Atributo de Al-lâh (la Unicidad), mientras la otra clarifica lo que no forma parte de sus Atributos: el materialismo y la similitud con los seres creados. Así que, para lograr la primera había que acabar con los otros dioses fuera de Al-lâh con la espada, mientras la segunda requería inculcar el credo con la palabra (sabiduría y buena exhortación).
»Este es Muhammad (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam), el filósofo, disertador, Profeta, legislador, guerrero, vencedor de los deseos y fundador de las tendencias ideológicas que llaman a la verdadera adoración; sin altares ni consulta de la suerte valiéndose de flechas. Fue el fundador de veinte imperios en la Tierra y de un solo imperio espiritual. Este es Muhammad (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam). Teniendo en consideración todos los criterios de la gloria humana, quisiera preguntar: ¿Hay alguien más grandioso que el Profeta Muhammad (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam)?»[1].
[1] Lamartine, Historia de Turquía, 2/276-277.
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